Noche eterna
Cuando pretendo salir de fiesta y me miro al espejo. La misma mirada triste, los labios secos y agrietados por la ausencia de besos o el exceso de nicotina de las pequeñas barras de cáncer que tanto adoro.
Tomo el mismo taxi con dirección al mismo lugar, el mismo guardia, las mismas meseras, los mismos miserables cantando una y otra vez la misma canción.
Bebo el mismo trago mientras intento ahogar la pequeña voz que vive y grita entre mis costillas.
Un poco ebrio y desconcertado pierdo el equilibrio y caigo en la mirada de unos ojos que me acechaban desde hace un par de horas, son diferentes, tienen vida.
Algo no es igual, nunca la he visto antes. Me ofrece un trago y empieza el interrogatorio que disfruté aún más que el Cuba que bebía, nada mas existía en ese momento, la música recuperaba sentido y los cigarrillos fallecían en mi mano pues mis labios estaban ocupados intentando pronunciar las palabras correctas para no ahuyentarla con mi carencia de autoestima y precario carisma.
Parecía no importarle mis horribles ojeras o los constantes temblores en mis manos, no paraba de mirarme, había algo diferente, esta vez estaba hablando y alguien me prestaba atención, le conté de mi condición y su risa me abrazaba el alma.
La noche se hizo eterna
Ya no dolía
Ya lo sabía
La noche se hizo eterna
Y aún no termina.
Alex Pozo
20 años
Ibarra, Ecuador