Crónica de un orgasmo.
Nuestros cuerpos horizontales,
Deseosos de sentirse,
Comenzaron a danzar
Mucho antes de venirse.
Las caricias y los besos
Fueron cruzando barreras
Y aumentándole el calor
A esta chingadera.
Las almas vibraban
El corazón latía
Y de pronto aquella luz
Nuestro roce extinguía.
Maldijiste, blasfemaba,
Pero eran tantos los deseos,
Que nuestros cuerpos
Pidieron continuar por el sendero.
Y así de nuevo bailamos,
Con tanta intensidad y en armonía,
Tus manos dibujaban trazos
Y se enredaban con las mías.
Te abrí la puerta,
Y jugueteaste con mi intimidad
Mientras yo la tuya exploraba
Y justo antes de estallar,
Tu mama nos vino a molestar.
Sonreí o quizá reía en demasía,
Y aun queriendo continuar,
Pero frenamos por un momento
La salpicada que venía.
Pero otra vez los besos
Inundaron nuestros labios.
Profundizamos las caricias,
Pateamos paredes, brincamos charcos
Anhelando alcanzar el clímax
De nuestro bendito tango.
Nos olvidamos del mundo,
Se nos perdió lo de afuera,
Y entre desbordantes ríos,
Vimos salir la esperma.
Tus dedos mojados de mí,
mi mano embarrada de tu crema,
ya nadie vino a interrumpir,
nos limpiamos con la lengua.
Martinjiyo, 36.
Hermosillo, Sonora, México.