El último porro del pibe.
El último porro del pibe fue en el malecón.
Anestesiado,
conversaba
con la luna
y con sus viejos,
con la lluvia
y con las olas,
con su novia
y con su amante.
El último porro del pibe fue el mejor de su corta vida, porque fue el último.
La mañana del 96,
el pibe de solo 15 años
fue hallado muerto
en las orillas del mar.
Sus pies negros.
Su cabello apestoso.
Sus dedos hinchados.
Sus labios partidos.
En el bolsillo de su pantalón guardaba miserias
y una botellita de ron, por si las penas atacaban.
En el de la camisa, la foto de su madre,
con huecos, por las polillas,
y porque si la foto de un muerto está intacta
es porque no lo recuerda nadie.
El pibe murió con un rosario en el cuello
y con un pecado en el pecho,
que lo asfixiaba,
que lo obligaba,
a seguir dando caladas,
a seguir muriendo.
Y es que, el pibe del último porro,
había sufrido
lo que sufren
los drogadictos,
antes de ser drogadictos;
los asesinos,
antes de ser asesinos;
los hijos de puta,
antes de ser poetas.
El último porro del pibe fue el mejor de su corta vida,
porque fue el último,
y también el primero.
Marcos Agustín Cancho Peña.
Perú.