PARÁLISIS
Entonces,
el silencio desapareció.
El tintineo de unas gotas
antes atrapadas por una
telaraña invisible
caían sobre una lámina
entonando una linda melodía,
desafinada,
pero linda.
Por debajo de la puerta
se coló un suave
aroma a tierra mojada
robándome un estornudo
llevándose consigo aquél
olor a muerte que impregna
la parálisis.
Me recistí a abrír los ojos,
pero una iridiscencia
sin mucho esfuerzo
logró robarme una mirada,
-Amanecía-
La inspiración hizo latir mi corazón
con gran fuerza bombeando
sangre por todo mi cuerpo
llevando oxigeno a mi cerebro,
no mucho,
pero si el necesario
para ordenarle,
o más bien obligarlo
a desbloquear
mi sistema nervioso
y poder moverme, antes
de que olvidace esto
y escribirlo.
José Reséndiz
Ajuchitlancito Pedro Escobedo, Querétaro, México.